miércoles, 13 de octubre de 2010

RELATO: 1 PARTE... POR LAURA GONZÁLEZ BARRO

Va con paso decidido hacia el ascensor sin perder su sonrisa a pesar de la tristeza que se pueda llegar a calar en su interior a causa de lo que ve, percibe, y de ese olor a productos para eliminar aromas mucho más desagradables que se desprende a cada milímetro del hospital. Se mete en el interior del ascensor y pulsa el número 6: área de geriatría.

Cuando ve que el ascensor disminuye la marcha porque va a parar, respira profundamente, cierra los ojos con fuerza y los vuelve a abrir. Sale y se sumerge en el pasillo pasando frente a los lavabos colocados para los no pacientes. Va observando de izquierda a derecha buscando algo. A lo lejos, una niña que debe de haber ido a ver a su abuelito o a su abuelita, y que acaba de salir de una de las habitaciones de la mano de su padre y su madre colocándola a ella en el medio se detiene. La niña, entusiasmada, mira a la persona que va en dirección contraria a ella hasta que la otra persona se da cuenta. Sonríe a la pequeña, va teatralmente hacia la familia, imitando a un personaje encantado y, cuando llega ante ellos, frena pestañeando fuertemente. Parece que no pueda creer lo que esta viendo y pone su boca en forma de O en pleno silencio. Acerca con sorpresa y alegría su cara a la del padre de la pequeña y gira su cara de izquierda a derecha, como si fuese la primera vez que ve a un humano. Retrocede la cara para que vean que sonríe, como si hubiese identificado a ese objeto llamado humano. Vuelve a acercarse a él y, como si fuese al son del Hada de azúcar de Tchaikovsky y su dedo fuese una varita, toca la punta de su nariz. Salto a la derecha y toque a la nariz de la niña. Otro salto hacia la derecha y toque a la nariz de la madre. La familia ríe mientras da un saltito al centro colocándose frente a la princesita. Coloca la mano en su bolsillo y extrae una flor imaginaria. Con ternura arranca un pétalo, cierra la mano y cuando la abre sopla el pétalo y observa como cae hasta llegar al suelo. La niña está asombrada y exclama:

- Era una flor, mamá, era una flor, y a tirado un pétalo, ¿a que sí, a que sí, a que sí?

Para acabar la función, se besa la mano y lo sopla con más cariño aún si cabe hacia la cara de la niña, y ella se toca la cara. Abre y cierra la mano enérgicamente a modo de adiós y se separa de ellos, avanzando de nuevo por el pasillo.

Sigue buscando algo que aún no ha encontrado, hasta que de repente se percata de algo y a escondidas, mira a través del marco de la puerta de una de las habitaciones. Es la habitación 618. A través de sus ojos ve a un anciano en la cama. Por la desnudez de su mesita de noche puede ver que el anciano lleva tiempo sin recibir visitas. Ni tan solo hay una mísera caja de bombones, ni un pequeño jarrón de flores. Está viendo un programa de televisión que en realidad no ve ni escucha porque su mente está en otro lugar. A primera vista, ve en sus ojos a una persona huraña y siempre a la defensiva, pero en su cuerpo ligeramente curvado y ese ver sin ver transmite una enorme tristeza y soledad. Le observa un rato viendo como él no aparta ni un instante la mirada de esa caja tonta, pero seguramente si le preguntara de qué trata el programa, no sabría responder. Tal vez su mente esté recordando a su mujer, la cual murió tal vez hace un año, o tal vez dos, o tal vez más. O tal vez esté recordando a sus hijos, los cuales no le visitan, o tal vez no tenga hijos. Tal vez esté solo y sin familia. Tal vez…

Sale de sus pensamientos y sonríe para sí asintiendo. Le mira por última vez y se aleja silenciosamente por el pasillo dirección al ascensor.

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